EL DON PROFÉTICO EN LA IGLESIA DE JESUCRISTO 2 / 4

Edificaban la iglesia.
“Pero el que profetiza habla a los hombres para
edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña, a sí
mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (1 Corintios 14: 3-4).
Unieron a la iglesia y la protegieron.
“hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4: 13-14).
Amonestaban acerca de dificultades futuras.
“ En aquellos días unos profetas
descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado
Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en
toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos,
cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos
que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos
por mano de Bernabé y de Saulo” (Hechos 11:
27-30).
“salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio,
diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20: 23).
“Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían
a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén” (Hechos 21: 4).
“Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un
profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y
atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán
los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en
manos de los gentiles. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar,
que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y
quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más
aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y como no le pudimos
persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor” (Hechos
21: 10-14).
Confirmaron la fe en épocas de controversia doctrinal.
“Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por
Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo
a todos los hermanos. (Hechos 15: 3)
4. ¿Qué puede ocurrirle a la iglesia que menosprecie
el don profético?, ¿Qué debemos hacer con las profecías?
R: Corre el riesgo de ser vencida por Satanás. No debemos
menospreciar las profecías sino examinarlas.
“Sin profecía el pueblo se desenfrena;
Mas el que guarda la ley es bienaventurado” (Proverbios 29: 18) y.
“No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno” (1
Tesalonicenses 5: 20-21).
Continuará…