ALTRUISMO 2 / 2

LA COOPERACIÓN GARANTIZA LA
PRESERVACIÓN DEL SER HUMANO COMO ESPECIE
Durante siglos, hemos ejercido el
altruismo y la solidaridad mediante obras de caridad, visitar
a los enfermos, ayudar, dar comida o cobijo al que no lo tiene. En la
actualidad, en este mundo globalizado en el que vivimos, existen numerosas
organizaciones de ayuda humanitaria. Millones de personas ejercen su altruismo,
su solidaridad de forma sencilla y silenciosa, cuidando a dependientes,
enfermos, ayudando a inmigrantes o atendiendo a personas en servicios que otros
no quieren. Todas ellas están formadas por colaboradores anónimos que
experimentan cada día el placer de ayudar.
¿Qué mueve a estas personas? Es parte
del ser humano la predisposición natural a ayudarnos, a anteponer el
bienestar del otro, incluso por encima de nuestro interés personal,
beneficiar al otro, sin recibir recompensa, incluso aunque nos cause una
pérdida o un perjuicio. Numerosos estudios recientes han analizado la actividad
cerebral en personas que tienen que elegir entre comportamientos codiciosos o
generosos, demostrando que ayudar a los demás produce en el cerebro el mismo
efecto placentero que una buena comida, admirar la belleza, el dinero e incluso
que el consumo de placeres adictivos.
Las personas con hábitos generosos se
sienten bien cuando ayudan. Estamos “programados”, “configurados” para
ayudarnos los unos a los otros, ayudar nos produce bienestar emocional,
estimula zonas de nuestro cerebro asociadas al placer y reaccionamos igual que
a otros estímulos gratificantes. Unos estudios de la Universidad de Michigan
han revelado que ser altruista impacta positivamente en la salud. Aquellos
que tienen como hábito ayudar a los demás, tienen vidas más largas que quienes
no lo hacen.
Ayudar al prójimo lleva a las
personas a actuar de forma similar a las madres, incluyendo un conjunto de
pensamientos, emociones, y circuitos neurológicos y psicofisiológicos. Permite
desactivar las respuestas al estrés y activar hormonas como la oxitocina,
que restaura la función fisiológica, amortiguando el estrés de la persona que
brinda cuidado y promoviendo el bienestar de otros. Es beneficioso para nuestra
salud mental y para nuestro bienestar general. Mejora nuestra confianza,
nuestra felicidad y nuestro optimismo. Promueve cambios fisiológicos en el
cerebro que nos conducen a ser más felices. Cuando ayudamos a los demás,
activamos nuestro cuerpo físicamente, ayudándonos a olvidar nuestros propios
problemas, y conlleva una mejor integración social y contribuye a paliar la
soledad y el aislamiento.
Ser conscientes de que hay personas
en situaciones peores que la nuestra, nos permite tomar perspectiva sobre
vuestra vida y verla con más optimismo, lo que conlleva un incremento de
nuestra felicidad. Disminuye los sentimientos y sensaciones negativas, como la
ira y la agresividad, y también fortalece nuestro sistema inmune prolongando
nuestra vida. Los estudios sobre personas mayores muestran que aquellas
que dan apoyo a otros viven más que las que no lo hacen. Manteniéndonos
física y mentalmente activos, ayudar a los demás, cooperar, mantener una
actitud positiva, prolonga la vida entre cinco y ocho años. Decía la Madre
Teresa de Calcuta que “el que no vive para servir, no sirve para vivir”.
Sentirse útil a cualquier edad, ser
capaz de hacer algo por alguien, es la base de una buena salud física y mental
y, además, para tener una vida feliz.
BELÉN
RODRÍGUEZ, Directora Yo Cambio el Mundo Cambiándome Yo