BOGA MAR ADENTRO

"Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar". (Lucas 5: 4)
Siempre me ha gustado la pesca…y el
pescado. Por muchos años me iba a los puentes en los Cayos y pasaba la noche
pescando desde la orilla. Algunas veces pescaba algo, otras veces perdía toda
la noche haciéndome ilusiones con la próxima vez que el carrete saliera
disparado. Hasta que me di cuenta que los pescadores de orilla nunca conocerán
las emociones indescriptibles de aquellos que bogan mar adentro. Allá, donde la
vista se pierde en el azul oscuro del mar abierto. Donde la vara de pescar
encuentra muchas veces su límite con animales que parecen reírse de ella. Allá,
en lo profundo, es donde está la verdadera pesca. Desde que experimenté la
pesca mar adentro nunca más he pescado desde la orilla.
En la vida espiritual pasa lo mismo.
Mientras seamos pescadores de orilla nunca podremos entender las bendiciones
que hay para aquellos que buscan pescar en el mar azul de las profundidades
divinas. La profundidad a la que nos lancemos dependerá de la fe y la confianza
con que dejemos la orilla de nuestras necesidades, imposibilidades y
limitaciones. Nuestras mayores necesidades sólo se pueden satisfacer cuando
tiramos el anzuelo cada vez más hondo en el océano infinito del conocimiento de
Dios. Él suple techo y comida; sin embargo, me parece que el alma busca más
allá de satisfacer el hambre y el techo. Hay otras necesidades escondidas en
las profundidades del corazón.
Para satisfacer el hambre de Dios y para
sentir reposo bajo el techo de su protección, hay que profundizar en la
inmensidad de lo eterno. La pesca desde la orilla sólo suple necesidades
superficiales. Si quieres llenar ese vacío que se encuentra en las esquinas del
corazón, necesitas tirarte a pescar mar adentro.
Lancémonos en la profundidad de su
propiciación, hasta que la sangre preciosa de Cristo llegue a convertirse en un
bálsamo poderoso, en alimento y medicina para el alma necesitada. Lancémonos en
la profundidad del Espíritu Santo, hasta que llegue a ser una respuesta clara y
maravillosa para cada interrogante de nuestra vida. Lancémonos en la
profundidad de los designios de Dios y de su reino, hasta que la vida material
se deslumbre con el brillo de lo que Jesús está preparando para nosotros.
Queridos jóvenes, no sigan pescando
desde la orilla. Jesús te manda a que te lances mar adentro. Te aseguro que, si
te atreves a buscar en las profundidades del cielo, si experimentas buscar más
allá de lo superficial, más allá de una miradita aburrida a la lección de la
Biblia, más allá de una asistencia automática a la iglesia, más allá de una
vida religiosa desde la orilla, encontrarás las emociones más sublimes, los
sentimientos más elevados, los pensamientos más profundos. Y finalmente
comprenderás porque aquellos que se tiraron mar adentro hicieron la diferencia
en este mundo.
Termino este devocional citando las
palabras de alguien que se bañó en las profundidades de lo infinito: “Como el ciervo brama por las corrientes
de las aguas, así clama por ti, oh Dios el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Salmo 42: 1-2)
Dios te bendiga siempre.