SUBAMOS A LAS CUMBRES

“Para
que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas Mostraos. En
los caminos serán apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos” (Isaías
49: 9).
Subamos a
las cumbres, ellas nos esperan.
No debemos
permanecer en medio del valle cuando las cimas nos esperan. Este fue el mensaje
de la película que disfrutamos el viernes en la noche en el campismo: “Touch
the Top of the World”. Erik
Weihenmayer decidió que ser ciego no le iba a impedir escalar sus sueños. Estoy
seguro que todos los que conocen la historia de Erik se habrán preguntado cómo
fue que un ciego pudo escalar la montaña más alta del mundo. Sólo uno entre
seis alpinistas bien entrenados puede pisar la cima de la tierra. El monte
Everest; con más de 29,000 pies de altura, es para los más intrépidos
escaladores. ¿Cómo un ciego pudo pisar su cumbre? La respuesta es muy sencilla,
un paso a la vez.
¡Cuán puro es el
rocío de las colinas; que fresco el aire de la montaña; cuan admirable es la
vida de los que habitan en las alturas y cuyas ventanas miran hacia la Nueva
Jerusalén! Sin embargo, muchos cristianos se contentan viviendo como los
mineros de las minas de carbón que no ven el sol. Viven con sus caras tiznadas,
las manos mugrosas y el mal olor que despide la mina cerrada a la luz y al aire
de la superficie. Lo más triste es que muchos se han acostumbrado a vivir así y
piensan que esa es la realidad de sus vidas. Todavía, más sombrío aún, es que
piensan que el cristiano está sentenciado a vivir así, sucio, culpable,
esclavizado al tizne de su existencia defectuosa. El mensaje de hoy te invita a
soñar. Si tu vida espiritual se parece a la de un minero de carbón, el Señor te
dice: “las cimas de las montañas serán la plataforma de tus pies”. ¡Levántate,
de tu baja condición! Arroja tu pereza, tu letargo, tu frialdad o cualquier
cosa que pueda intervenir en tu amor honesto y puro hacia Cristo. Haz de Él, la
fuente, el centro y la circunferencia de los deleites de tu alma. No
permanezcas por un momento más en las minas mal olientes de un cristianismo
mediocre. Aspira a una vida más noble, más elevada, más completa. ¡Hacia las cumbres y hacia el cielo!
Muchos de nosotros no vivimos lo mejor que podemos. Nos quedamos en tierras bajas, porque tememos escalar las montañas. Los precipicios y escarpadas alturas nos aterrorizan de tal modo que preferimos quedarnos en los valles nebulosos de una vida cristiana aburrida y pasajera, lo mismo, haciendo siempre lo mismo. Si tuviéramos valor para trepar las colinas y dirigirnos por el país montañoso de Dios, podríamos tener la dicha de ver la gloria que allí nos espera y de recibir innumerables bendiciones.
Apunten alto,
hacia arriba, cada vez más alto. Allí en la nieve que cubre la cima del techo
del mundo están marcadas las huellas de un ciego que apuntó hacia el cielo. ¿Te
atreves hoy a dar el primer paso que te llevará hacia las cumbres? Sueña, sueña
conmigo: “Los que edifican debajo de las estrellas, construyen muy bajo”.