SALUD FINANCIERA 1

Para observar la relación entre salud
y economía comenzaremos desgranando el concepto de salud.
Una de las acepciones ofrecidas por
la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud
como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, no
solamente la ausencia de enfermedad o dolencia”.
Como apunta Briceño León (2000) “La
salud es una síntesis; es la síntesis de una multiplicidad de procesos, de lo
que acontece con la biología del cuerpo, con el ambiente que nos rodea, con las
relaciones sociales, con la política y la economía internacional” (1)
Por lo tanto, la idea que se
entiende por salud depende de la interacción de múltiples factores:
sociales, políticos, económicos, culturales, científicos… también, de un
condicionamiento histórico, ya que cada momento y sociedad se corresponden con
visiones diferentes.
En la sociedad actual, las
transacciones económicas tienen una gran relevancia que afecta a todos los
aspectos de nuestra vida. La adquisición de alimentos, de productos textiles,
el proceso hipotecario o de alquiler, etc. están condicionados por tener a
disposición recursos financieros. Cualquier proceso monetario implica que exista
bienestar físico, mental y social para poder gestionar recursos financieros de
manera correcta; nuestra salud está condicionada por el estado de nuestra
economía personal.
En España, gran parte la población
presenta dificultades para afrontar todos los gastos que genera, lo que produce
estrés por no poder llegar a fin de mes; esto se ha convertido en un estilo de
vida normalizado.
Estrés, según la RAE (2018): Tensión provocada por situaciones
agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a
veces graves.
Entre las principales consecuencias
de sufrir dicho estrés destacamos: dolor de cabeza, diarrea o estreñimiento,
cansancio excesivo, decaimiento, mandíbula rígida, músculos tensos, insomnio o
somnolencia, variaciones de peso inusuales, desmotivación, irritabilidad,
ansiedad o los olvidos y retrasos de memoria. Entre los riesgos del estrés
crónico se encuentran bajadas de defensas, presión arterial alta, diabetes,
insuficiencia cardíaca, eccemas, depresión, ansiedad o problemas derivados de
la tensión constante como las contracturas musculares o el bruxismo. Las
situaciones de estrés también pueden modificar los hábitos alimentarios
decantando por la ingesta de alimentos muy apetecibles, pero con escaso valor
nutritivo. Algunas personas que padecen este factor de riesgo tienden a ingerir
en exceso alimentos con alto contenido en grasas, azúcares, sal y calorías, lo
que puede llevar no solo al sobrepeso y obesidad sino, también, a aumentar el
riesgo de desarrollar otras patologías, como hipercolesterolemia, hipertensión,
hipertrigliceridemia, enfermedades cardiovasculares, etc. (Lattimore, P. &
Caswell). La relación existente entre las situaciones de estrés y los hábitos
alimentarios ha sido estudiada en diferentes investigaciones a lo largo del
tiempo. Las situaciones de estrés condicionan los hábitos alimentarios,
pilar básico en la salud.
Autora: Elia Quiroga
Referencias:
(1)
Briceño León, R. De Souza, M. y
Coimbra, C. (2002). Bienestar, Salud pública y cambio social. Salud y equidad:
una mirada desde las ciencias sociales (pp 15-24). Rio de Janeiro: Editorial
Fio Cruz.
Continuará…
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