PROCLAMA LA SALVACIÓN

“¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que
trae buenas nuevas; del que proclama la paz!..” (Isaías 52: 7 NVI).
Cuando escucho
las historias misioneras que nos relatan en la iglesia, no puedo evitar sentir
emoción, admiración y respeto por nuestros hermanos misioneros. Hombres y
mujeres valientes, que dispuestos a dejar las comodidades, escogen servir a
Dios entregando su tiempo y vida para predicar el evangelio en otras Naciones
del mundo.
Recuerdo que
cuando tenía cerca de 12 años, tenía la convicción de que un día sería
misionera en algún otro país diferente al mío. En más de una ocasión le pedí a
Dios que cumpliera mi deseo. Casi 20 años después, Dios contestó mi oración.
Tuve la oportunidad de hacer un viaje misionero a India por dos meses. Fue una
experiencia que cambió mi vida. Conocí a distintas familias misioneras, escuché
sus historias, sus luchas y los peligros que enfrentan a diario.
No pasó un día
sin que derramara lágrimas de dolor y compasión. Es difícil no sentirse
privilegiado y ricamente bendecido por Dios cuando tantas personas viven en
semejante pobreza, y sobre todo, saber que ignoran de la existencia de Jesús
nuestro Salvador. Sin embargo, también fue conmovedor e inspirador escuchar el
testimonio de conversión de varios hermanos y ahora Pastores evangelistas. Me
sorprendió la forma en la que los nuevos conversos en ese país, están
dispuestos a dar su vida por predicar a Jesús, muchos de ellos son asesinados
por el simple hecho de aceptar estudiar la Biblia. ¡Qué hermoso sería que en nuestro corazón
ardiera el mismo amor por las nuevas de salvación!
No hace falta
ir a otro país al otro lado del mundo para ser misioneros de Cristo. Más cerca
de lo que imaginamos, existe una persona en necesidad, que no tiene alimento en
su mesa, que precisa de algún medicamento o tan solo de una palabra de aliento.
Hay gente que no conoce del mensaje de salvación, hay necesidad en el mundo,
más que la material, es la necesidad de amor los unos por los otros. Pido a
Dios que su Espíritu nos mueva a compasión por los que perecen. Que podamos ser
liberados de nuestro egoísmo y cumplamos el mandato de nuestro Señor.
Que tu oración este día sea: ¡Señor!, permite que en mi corazón
brote amor para mi prójimo, que sin importar dónde me encuentre, pueda estar
presto a ayudar al necesitado y compartir tu palabra. Amén.
Bendiciones.
